6.3.11

La tierra del camba

Hablar del oriente boliviano no es solo hablar sobre su historia sino también sobre su tierra y sus misterios. Allí donde se termina el frio, donde se acaba la montaña con sus cactus empieza la tierra del camba, que se caracteriza por su clima tropical húmedo y sobre todo por sus encantos naturales. No se puede pensar en el oriente boliviano sin antes mencionar sus espesas selvas y sus majestuosos ríos de color chocolate. Testimonio de esto dan las mismas poesías, canciones compuestas por sus habitantes, en las cuales se exalta la grandeza, belleza y el colorido paisaje que les rodea. Como bien dijo Sarmientos haciendo alusión a su gente, yo a la mía “el camba es poeta por carácter, por naturaleza”[1] ¿cómo no serlo con semejante espectáculo de lo bello?
En tu suave tierra colorada, color de las ansias de un día mejor,
pasa grácil la bella pelada, la rosa encantada, la flor tropical.
Si pudiera decirte en mis versos lo que dice el agua del gran manantial.
Despertarán cachuelas dormidas con voces de espuma y timbre de cristal.
Te diría, la selva perdida, aves y palmeras cantando a la vez,
Guayará sos la hermosa del Beni, sos la novia del gran Mamoré.

Letra y música: José Luís Maesse
La exaltación a las aguas del gran Mamoré tienen su sentido de ser. No por nada estas tierras han sido llamadas “El país de las aguas”, pues sus ríos – mucho antes de que existieran caminos- fueron las vías de comunicación natural de este territorio.[2] De igual forma, para los habitantes de estas tierras sus ríos eran la razón de su existencia, pues ellos proveían el alimento necesario para sobrevivir. Hoy en día es todavía muy común el dicho de que en el Beni “nadie se muere de hambre” pues sólo basta acercarse al río para encontrar el alimento del día.
Es interesante notar como los primeros cronistas europeos describen a los habitantes de las tierras bajas como “hombres-anfibios” que se movían de un lugar a otro en sus canoas por las pampas inundadas o simplemente ataban sus hamacas más arriba de los árboles conforme iba subiendo el nivel de las aguas.[3]

El hombre oriental, sin emba
rgo, no sólo se acomodaba a la ferocidad de la naturaleza sino también llegó a dominarla creando así las muy conocidas lomas artificiales y terraplenes que eran ideales para el cultivo de yuca, maíz y otros. Este sistema propio de la región del Beni permitió también el asentamiento de pueblos que estaban libres del peligro de las inundaciones.[4] Se estima que no menos de 20mil lomas existen y casi todos los lugares habitables de hoy en día se hallan encima de las mismas.[5]
Los ríos así como la rudeza de la naturaleza han moldeado la vida del hombre oriental, su cultura y su forma de vivir. Resumiendo, se podría que decir que el camba es como su tierra: caliente y hospitalario, así como también es flojo y pancho porque su misma tierra le provee lo necesario para vivir.

[1] Sarmiento, Domingo Faustino: Facundo, civilización y barbarie, Madrid 2008, pág., 78.
[2] Calmotti, Franca; Cecilia Kenning: El Beni turístico, en: APAC, Santa Cruz de la Sierra 2004, Pág., 8.
[3] Ebd., Pág., 72-73.
[4] Mesa de, José; Gisbert, Teresa; Gisbert, Mesa: Historia de Bolivia, La Paz 2003, Pág., 49-50.
[5] Ponce, Sangines Carlos: Panorama de la arqueología boliviana, La Paz 1985, pág., 53-54.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tanto en el tourismo como en dialogo cultural boliviano, hace falta enfatizar en lo que resalta este articulo: los logros culturales en harmonia con la naturaleza de la selva son dignos de ser considerados y retribuiran al interesado con diversas facetas.